En la revista nº1 de El Álamo de la Plaza nos encontramos con un artículo sobre José Mª Gabriel y Galán y su relación con Hondura.
EL artículo no viene firmado, pero paso a transcribirlo para intentar recabar más información al respecto.
Gabriel y Galán que había nacido en Frades de la Sierra el 28 de junio de 1870 conocía perfectamente la zona de Huebra por muy diversas circunstancias y estuvo, al menos, dos veces en Hondura; una de ellas siendo chaval en casa de mi abuela Eladia.
Su padre llamado Narciso, había nacido en Orejudos, junto a Mozarbez y su madre Bernarda en Frades de la Sierra, pero habían estado de montaraces en Sanchogomez y también en la Sierpe, por estos alrededores todo el mundo le conocía con el nombre de "El Montaracín" por su estatura.
Mantenía una gran amistad con la familia el Sr. Antonio García desde cuando estuvieron en La Sierpe, en este lugar dejó la montaracía.
Los hermanos de Jose Mª fueron siete. Uno de ellos Abogado del Estado en Zamora y Madrid. Escribió un libro muy interesante titulado " La propiedad territorial en la provincia de Salamanca " año 1909.
Otro hermano, Luis, era labrador en Frades. Dos hermanoas murieron de pequeñas y otra se casó con un labrador de La Maya, , Carlota fue otra, y se casó con un médico de Frades.
Fué descubierto como poeta por el Padre Cámara obispo de Salamanca y por D. Miguel de Unamuno, que dice de él : "... es un consuelo y un alivio el leer un poeta cualquiera verdadero como Galán..."
Al parecer el primer amor de Gabriel y Galán esta relacionado con Ana Mª, que en las cartas firma Ana García García, y que como se ve tiene relación con Hondura, pero no hemos podido averiguar quien pudo ser.
Poema de Gabriel y Galán
ANA MARÍA
(Fragmentos de un poema)
I
La primavera
Una alondra feliz del pardo suelo,
fue la primera en presentir al
día,
y loca de alegría,
al cielo azul enderezando el vuelo,
contábaselo
al campo, que aún dormía.
Celosa codorniz, madrugadora,
dijo tres veces que la bella aurora
se
avecinaba con amable prisa:
del lado del Oriente
vino una fresca
misteriosa brisa,
con las alas cargadas de relente,
y aun en sagrada
oscuridad envueltas
las hojas de los árboles sonaron
dulcemente
revueltas,
las mieses ondearon,
y de los senos de la tierra
helada
surgió, vivificante,
el húmedo perfume penetrante
que solo sabe
dar la madrugada.
¡Cuán bien se disponía
Naturaleza a recibir el día!
La línea pura del
albor naciente,
vaga primicia grata
del de la luz fecundador
tesoro,
primero fue de plata,
más tarde de oro,
después encendidísima
escarlata,
roja amapola, y luego
cegador, chispeante, ardiente fuego.
En medio de la lumbre
que derretía el encendido Oriente,
sobre el
perfil de la elevada cumbre,
el sol triunfante levantó la frente...
y a la
puerta feliz de la alquería
asomó al mismo tiempo Ana María.
¡Gran Dios,
bendito seas!
¡Qué soles, Dios de amor, qué soles creas!
II
Ana María
¿Por qué tan madrugadora
la
rosa de la alquería?
Porque es una labradora
castiza y trabajadora
que siente pequeño al día.
¿Por qué tan pronto
romper
del mañanero
dormir
y del
soñar el placer?
Porque dormir no es vivir
y soñar no es
proveer.
Porque sabe que conviene,
como le enseña su madre,
mirar al tiempo que
viene...
¡Por eso tiene su padre
la buena hacienda que tiene!
Tiene en la alegre alquería
labor y ganadería,
con pastos siempre
sobrados;
huertos en la Alberguería,
y en Hondura casa y prados;
y de su padre heredadas,
y en su gente vinculadas,
puede en la Armuña
contar
con cuatro o cinco yugadas
de tierras de pan llevar,
y, estimulante más grato,
corren añejas hablillas
diciendo, no sin
recato,
que tiene zurrón de gato
lleno de onzas amarillas.
Y aun dice la gente a coro
que son su hacienda y su oro
cosas de menos
valía
que aquel divino tesoro
de su hermosa Ana María.
¡Y dice verdad la gente!
Pues ¿quién como esta doncella
promete vida
tan bella
cual la del nido caliente
que del hogar hará ella?
Del monte en el mundo estrecho
túvola Dios que poner,
porque paloma la
ha hecho.
No tiene hiel en el pecho,
¿cómo ha de darla a beber?
Dará bálsamos calmantes,
hondas ternuras sedantes,
cosas del alma sin
nombres...
¡Lo que buscamos los hombres
del grave vivir amantes!
Natura le dio belleza;
su madre le dio ternuras;
su padre, viril
nobleza,
y Dios la humilde grandeza
que tienen las almas puras.
Los rayos del sol, fogosos,
cetrina su tez pusieron,
y los aires
olorosos
de los montes carrascosos
la sangre le enriquecieron.
Diole el trabajo soltura;
la juventud, bizarría;
el buen ejemplo,
cordura;
la sencillez, alegría,
y la honestidad, frescura.
Con generosa largueza,
Natura le dio riqueza
de sustancioso
saber.
¿Qué enseña Naturaleza
que no se deba aprender?
Que la abeja es laboriosa,
que la tórtola es sencilla,
que la hormiga
es hacendosa;
que se esconde, que no brilla
la violeta pudorosa...
Que las aves hacen nidos,
siempre solos y escondidos
en los senos de la
fronda,
porque no es la dicha honda
buena amiga de los ruidos;
que los ríos y las fuentes
tienen aguas transparentes
cuando corren muy
serenas...,
que son limpias las arenas
y son mansas las corrientes;
y de aquella golondrina
que ha anidado en la campana
de la rústica
cocina,
se despierta alegre y trina
cuando apunta la mañana.
Que las corderas vehementes
que se apartan imprudentes
de las madres
clamorosas,
morirán entre los dientes
de famélicas raposas.
Eso Natura enseñaba
y eso la moza aprendía.
Quien era mozo
soñaba,
yo era poeta y cantaba,
Dios es bueno y bendecía.
III
Los amores
Así miraban los mozos
la alquería solitaria
como su cueva el
avaro,
como el sediento las aguas,
como el labriego su siembra,
como el
cabrero sus cabras,
como los santos la gloria,
como sus dichas el
alma.
En vano mandó emisarios
el mozo aquel de Villalba,
que tiene
buena presencia,
buena hijuela y buena fama.
En vano mandó
memorias,
por boca de un viejo guarda,
Tomás el de Moraleja,
que ha de
disfrutat mañana
su buena montaracía,
su no pequeña senara,
sus buenas
yeguas de vientre,
su buena punta de vacas.
En vano, como los
otros,
mandó después una carta
por medio de una pavera
que está en la
dehesa rayana,
José Manuel, el de Fresno,
hijo de gente muy
sana,
vividor como una oruga
y muy metido en su casa.
En vano aquel
estudiante
que estudiaba en Salamanca
y a holgar iba en los estíos
a la
solariega casa,
llegaba hasta la alquería
contando azares de caza
que
lo llevaban rendido
buscando descanso y agua,
y algo más que Ana
María
discretamente callaba.
Tampoco era el elegido
Manuel Andrés, el
de Navas,
aquel que yendo a la aceña
perdió una jornada larga
para que
viera la moza
pasar por ante su casa
cuatro parejas de bueyes
que daba
gusto mirarlas,
con dorados esquilones
y melenas coloradas;
cuatro
carros muy galanos,
llevando la rica carga
de cien fanegas de
trigo
para el consumo de casa;
costales nuevos, de estopa
como la nieve
de blanca,
escriños y sacas nuevas,
alforjas abarrotadas
y el amo
llevando el carro
que iba rompiendo la marcha.
Todo lo vio Ana
María,
que estaba fuera de casa
tendiendo al sol unas telas
como la
nieve de blancas,
y, ni amorosa ni esquiva,
cuando llegó a
saludarla,
al majo mozo engreído
le dijo en tono de hermana:
«Hijo,
tienes unas yuntas
que da contento mirarlas.
Así quisiera las
nuestras,
pero mi padre me salta
con que las carnes que sobran
son
garrobitas que faltan.»
Como este mozo pasaron
por la afortunada
casa
mozos de toda la Huebra,
mozos de tierra de Alba,
madres de mozos
huraños,
gañanes con embajadas,
comadres con panegíricos,
parientes con
esperanzas...
Mas cuando llegaba el caso
de dar la respuesta
ansiada,
marchábase Ana María,
su padre no contestaba,
y sola la pobre
madre
henchir algo procuraba
la alforja a los emisarios
con semejantes
palabras:
«Que se agradece el acuerdo;
que la familia es honrada;
que
el mozo, si sale a ella,
será un hombre de su casa;
pero que ahora es una
niña
sin reflexión la muchacha,
y hay que dejar que se críe,
que es
mucho lo que hace falta
para enseñarle a una hija
a ser mujer de su
casa.»
Y así pasaban los meses,
y así los años pasaban,
y un vaquerillo
que antaño
sirviendo estuvo en Arlanza
y hogaño estaba en Olmedo,
trajo
de Olmedo una carta
que recibió Ana María
y abrió su madre en la
sala,
que no es la cocina sitio
para secretos de casa.
Y así la carta
decía
con letras muy retocadas,
y así, dos meses más tarde,
la moza le
contestaba:
Las cartas
1
«Apreciable Ana María:
Me alegraré que te halles
al recibo de estas
letras
que te dirige tu amante,
tan bien como yo deseo,
en compaña de
tus padres,
pues yo estoy bueno, a Dios gracias,
pa lo que gustes
mandarme.
Pues sabrás, Ana María,
que el motivo de mandarte
por el
dador esta esquela,
es porque dice mi madre
que antes de dir a tu
casa
debo de manifestarte
las intenciones que tengo
determinao de
expresarte,
y son el tratar contigo,
si son gustosos tus padres,
y si
tú también lo eres
como este tu fino amante.
Pues el motivo de
ello
sabrás que es el de apreciarte
y el de casarme contigo,
si no
encontraras achaques
que ponerle a mi persona,
como tampoco a mis
padres.
Pues sabrás que a mí me corre
bastante prisa el casarme,
por
causa de que mi hermana
por mí tiene que esperarse,
y el novio le mete
prisa
por mor de no tener madre.
Pues sabrás que yo deseo
que, cuantis
puedas, me mandes
a decir el resultado
de si todos sois gustantes,
pues
el saber que me quieres
será un alegrón bien grande,
pues sabrás que yo te
quiero
ya hace tres años cabales,
y por ser uno algo corto
pues no te
lo he dicho antes.
Sin más, les darás memorias
a tu padre y a tu
madre,
y tu recibes el alma
y el corazón de tu amante,
que te aprecia y
que lo es,
Juan Manuel Sánchez y Sánchez.»
2
«Apreciable Juan Manuel:
Me alegraré que recibas
la presente
disfrutando
de igual salud que la mía,
en compaña de tus padres
y de la
demás familia.
Pues sabrás por la presente
que recibí hace tres días
la
esquela que me mandaste
diciéndome que te escriba
mandándote el
resultao
de lo que en ella decías.
Pues sabrás que se lo dije
a mis
padres en seguida,
lo cual les ha parecido
que vienes con mucha
prisa,
y dicen que yo no tengo
prisas ningunas hoy día.
Pues sabrás por
la presente
lo mucho que te se estima
el acuerdo que has tenido
y el
decir que a mí me escribas
con licencia de tus padres
y de toda la
familia.
Pues de aquello que tú quieres
el resultao en seguida,
sabrás
que no hemos pensao
el asunto entodavía;
por lo cual no puedp
ahora
darte entrada ni salida;
pero si vas a Cabrera
quizás allí te lo
diga,
porque hemos determinao
de dir hogaño a la misa
que va mi padre,
a motivo
de ser de la cofradia.
Sin más, les darás memorias,
de parte
de mi familia,
a tu padre y a tu madre,
y se las das también mías.
Y tú
también las recibes
de tu afectísima amiga,
que te aprecia y que lo
es,
Ana García y García.»
IV
Carrera
Donde Dios nos dé un campo deleitoso
levantamos los hombres una
hermita,
que así como el Edén es delicioso
porque el Señor lo habita
el
campo es más hermoso
Cuando el Dios que lo hizo lo visita.
Dios quiso un
día derramar verdura
sobre los campos de Cabrera amenos,
y aquella casta
de la sangre pura,
la rica casta de los hombres buenos,
aquellos que la
vida atravesaron
con paso de viajero que no yerra,
una ermita en Cabrera
levantaron,
y vivieron con Dios sobre la tierra.
Era la raza cuya muerte
lloro
cuando con Dios para llorar me encierro,
almas de acero, corazones
de oro,
pechos de cera y miel, brazos de hierro.
Hijos de Dios y para Dios
criados,
conocieron a Dios; fueron piadosos;
pidieron solo pan; fueron
honrados;
el mundo no los vio; fueron dichosos.
Con Dios vivir
supieron,
y en Dios al fin morir. ¡Cuán sabios fueron!
Eran los campos su vivienda hermosa;
los del hogar, sus pensamientos
fijos;
su eterno amor, la esposa;
su eterno afán, los hijos;
su
instrumento, el arado;
el bien querer, su natural deseo;
y el bien obrar,
su natural estado,
y el Cristo de la ermita de Cabrera,
su rey, su amor,
su providencia era.
La mano tosca y dura
del anónimo artista
que
labrara la bárbara escultura
supo infundir en ella,
con sublime
inconsciencia de vidente,
las grandezas insólitas de aquella
fe gigantesca
de la vieja gente.
Era el sagrado leño
la visión infantil, místico
sueño
mayestático símbolo imponente
de la robusta concepción
cristiana
del alma ruda y sana
que a Cristo-Dios en la conciencia
siente.
¡Nuestro Cristo es aquel! Nos lo legaron
los rudos
patriarcas
que vivieron con El y a El consagraron
las nativas y fértiles
comarcas.
¡Nuestro Cristo es aquel! Eramos niños
y los maternos labios
rumorosos
que cantando difunden los cariños
y besando los sellan
amorosos,
nos cantaban con música de gloria
y habla de oro que la suya
era,
la de prodigios peregrina historia
del Cristo de la ermita de
Cabrera.
¡Nuestro Cristo es aquel! ¿Qué hermano mío
en mi Patria nació que
no haya amadp,
si Dios para el amor los ha criado
y siempre al bien su
voluntad dispuesta
hace nacer a la mujer honesta
en la tierra feliz del
hombre honrado?
¿Y quién que tuvo amores
en la tierra feliz de mis
mayores
del idilio amoroso no escribía
la página primera
en aquella
famosa romería
del Cristo de la ermita de Cabrera?
¡Nuestro Crist es
aquel!
No hay comentarios:
Publicar un comentario